miércoles, 14 de febrero de 2018

En defensa del pensamiento libre

El hombre nace libre, responsable y sin excusas. (Jean Paul Sartre)
Después de muchísimo tiempo sin actualizar el blog, he sentido la necesidad de escribir y compartir reflexiones sobre lo que estamos viviendo desde hace unos años. 
Observo con estupor el estrechamiento mental y social, la generación de burbujas de ideología impenetrables, inquisitorias y rígidas. Cuadratura del círculo.
Veo cómo movimientos legítimos y necesarios en sus orígenes, se radicalizan prohibiendo, censurando y condenando cualquier voz que se salga de la línea trazada.
Y lo peor y más preocupante, me pasma cómo este adoctrinamiento ha llegado a las aulas para quedarse. Unos y otras insertando chips mentales en toda una generación sobre cómo pensar, cómo actuar, cómo vivir, cómo sentir...en definitiva, diciéndoles quienes tienen que SER.
Personas muy jóvenes que ya tienen una opinión completamente formada sobre temas demasiado complejos, una simplificación alentada por los medios y los políticos que todo lo resumen en titulares simplones.
Vivimos tiempos raros en los que la filosofía o las artes se eliminan del ámbito educativo, destrozando también así cualquier atisbo de pensamiento libre y reflexivo, condenando a las nuevas generaciones a meterse en cajones cerrados y oscuros de pensamiento predeterminado y dictaminado por el poder.

Defiendo la libertad para todos, y defiendo la capacidad de pensamiento personal, intransferible e independiente que debería ser una de las principales aportaciones de la verdadera educación. Evidentemente eso no interesa a los lobbys poderosos, los de siempre y los nuevos quieren tomar todas las posiciones y desde luego, la educación constituye un pilar fundamental para conservar el poder.
Algo deberíamos hacer para retomar la ansiada libertad por la que tanto lucharon nuestros mayores y que ahora se ve esquilmada y pisoteada. 
Para empezar, sería recomendable detectar la doctrina y la ideología, defender la argumentación y contraargumentación, cuestionar, preguntar, investigar, indagar...promover la inquietud y la curiosidad. Es laborioso, sin duda, pero ¿hay algo que merezca más la pena?

sábado, 26 de septiembre de 2015

Decidiendo desde el miedo



El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma.

Aldous Huxley



El miedo nos condiciona en este viaje que es la vida mucho más de lo que creemos. Como emoción básica, es necesaria para la supervivencia, pero lo cierto es que, sin saberlo, le damos mucho más protagonismo y funciones de lo necesario. De hecho se convierte en ansiedad (esa energía que no tiene en qué ocuparse) y acabamos por sentir aprensión y angustia cada vez que tenemos que enfrentarnos a una nueva situación, tarea o relación. En definitiva, cuando nos vemos obligados a salir de la famosa "zona de confort", esa en la que todo es familiar y conocido, nos sentimos completamente adaptados aunque sea a situaciones evidentemente negativas para nosotros.
 
Aprendemos por la vía del miedo, desde pequeños escuchamos frases letales como "si no haces esto, me enfadaré", "si no duermes ya, vendrá el coco".
Cuando vamos creciendo, el asunto no mejora y ya la experiencia y la sociedad nos advierte que no podemos equivocarnos, el error es denostado y señalado como falta en vez de como experiencia de aprendizaje. En las relaciones personales también funciona así, mantenemos relaciones tóxicas y dolorosas basadas en la manipulación y sustentadas en el miedo a la soledad, a que no nos quieran, al abandono... miedos aparentemente más superficiales que forman parte del gran y demoledor, el heraldo, el profundo e intenso miedo al vacío, a no SER.
 
 
 
Es importante tener presente que tomamos muchas decisiones en función del miedo y no de lo que anhelamos. Nos empuja el temor a las consecuencias en vez de la búsqueda de lo que realmente queremos.

¿Cómo podemos gestionarlo para que no nos bloquee ni nos inhiba? Debemos discernir entre el miedo que nos impide avanzar y el que nos protege. Aquí interviene también la intuición, esa capacidad que todos tenemos desarrollada en mayor o menor medida y que nos proporciona información para tomar decisiones.
 
Escuchar a la razón es importante pero al final, las decisiones las tomamos con las emociones (la etimología de la palabra emoción, lo explica, la emoción es lo que empuja a la acción). En la intuición confluye todo la información consciente y subconsciente sobre la decisión que tenemos que tomar o la acción que debemos emprender: lo que sabemos, lo que creemos, lo que sentimos y lo que pensamos.
 
La pregunta que cabe hacerse es: ¿va a ser el miedo el que condicione mi vida? ¿el que decida qué experiencias vivo y cuales me perderé? Como punto de partida, tener conciencia de la existencia de esos miedos, poder pronunciarlos, escribirlos, hablar de ellos, expresarlos en fin, es el primer paso para gestionarlos.
 
A menudo se produce un autosabotaje, nuestra autoestima está tan mermada por la angustia y el miedo que acabamos convirtiéndonos en nuestros mayores escollos a la hora de actuar, de atrevernos a SER.
Culpamos a la sociedad, a la pareja, al trabajo, a nuestra educación, a mil y un agentes externos sin hacernos cargo de nuestra situación. Otra vez la ceguera que infunde el miedo a la libertad (somos libres para elegir en todo momento) nos impiden responsabilizarnos y avanzar por donde realmente queremos. No nos atrevemos a mirar de frente a nuestros miedos como tampoco nos atrevemos a aventurarnos hacia nuestros anhelos.
Es necesario prestar atención a las etiquetas que nos ponemos, los juicios que emitimos sobre otros, las creencias inoculadas desde la infancia que ya tenemos incorporadas y llevamos como losas que nos impiden avanzar. Se torna acuciante, cuanta más angustia vital sentimos, retornar a nuestra esencia, descubrir nuestro "yo" más auténtico y reivindicarlo.
 
La reafirmación sin ego, la seguridad en uno mismo, la intuición como guía, la certeza del cambio como única constante, el error como forma de aprendizaje y avance, la incertidumbre como compañera de viaje...estos son algunos de los elementos necesarios para el discernimiento. Apoyarse en ellos y no dar toda la atención y la energía al miedo es una forma de tomar las riendas de la propia vida.
 
Nada de esto garantiza la felicidad pero al menos podremos decidir con plenitud de facultades, sin que sea la ansiedad o el temor lo que nos guíe por el camino de la vida.

viernes, 23 de enero de 2015

Exámenes tóxicos

"No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma."
Jiddu Krishnamurti



Tengo un buen amigo que, después de muchos años sin hacerse una sola prueba ni pasar por manos de los médicos, pensó que era momento de hacerse un chequeo, no le dolía nada, se sentía perfectamente, pero "paraporsi" (como dice mi sobrina).
Pruebas por aquí, por allá, resultados con algún leve incremento o disminución de valores, repetición de pruebas, desconcierto médico, más pruebas...dudas y después: cirugía. Mejor intervenimos, mejor extirpamos, mejor cortamos de raíz, cercenamos, más vale prevenir, no vaya a ser que luego...Ahora a medicarse de por vida!
Resultado: #enfermedadcronica #pastillitadiaria #laindustriasiempregana
Después de mucho análisis, ya tenemos etiqueta, ufff, qué alivio (para el médico, aunque no para el paciente), diagnóstico y ...siguienteeeee.

En 6º de primaria, mi hija y todos sus compañeros viven un curso plagadito de angustia e incertidumbres, se acumulan nada menos que tres pruebas que determinarán su futuro existencial (tal como lo explican los profesores). Dichas pruebas, CDI, KET y PET determinan el transcurso de las clases, el estado de ánimo de los niños y la preocupación de sus maestros. Hay niños que viven todo esto con auténtica ansiedad: lloran, sienten un nudo en el estómago, no quieren ir al cole, se bloquean en los exámenes y se levantan cada día con una sensación de inseguridad y agobio que impide todo proceso natural de aprendizaje. Pruebas, más pruebas, nervios, estrés...
El CDI es una exámen de pura competición entre colegios, a ver cual tiene mejor nivel, cual enseña mejor los contenidos académicos que determina el Ministerio (no se miden valores como la cooperación, el trabajo en equipo o la solidaridad, que también podrían trabajarse en la escuela), en definitiva, un "yo la tengo más grande" (con perdón).
Resultado: #fracasoescolar #NoVales
Después de mucho análisis, ya tenemos a cada niño con su etiqueta, la que determinará en muchos casos cómo se enfrenten a los problemas, a su futuro personal y profesional. Los profesores hacen su trabajo, meter el curriculum académico aunque sea a cuchara. Esto es lo que les piden, mejor dicho, lo que les exige el Ministerio y arreando, siguiente generación de frustrados. Niños y jóvenes a los que les rodea la mediocridad (los más intuitivos lo observan perplejos), la fama fácil y obscena (véase Gran Hermano y basura parecida), el valor del dinero y el poder, el "tanto tienes, tanto vales", la obsesión por las marcas como identidad personal, la zafiedad, la verborrea, la nadería...

Los valores verdaderamente importantes: la perseverancia, el esfuerzo, la colaboración, la curiosidad, la empatía, la solidaridad, la fortaleza. Todo esto que los niños deberían aprender primero en casa y después reforzándose en el cole, ¿dónde quedan esos valores cuando se pone a prueba el rendimiento de los niños en un sólo día, durante un par de horas? La preocupación por el resultado de las pruebas llevaba a los profesores en la reunión trimestral a hablar de dicho trimestre como si fueran entrenadores de galgos para una carrera. Escandaloso.





Todo esto me recuerda al sabio pensamiento de Krishnamurti que encabeza esta entrada y que vuelve a mí constantemente, casi como un mantra. ¿Cómo podríamos estar bien adaptados a esta sociedad competitiva y enfermiza, en la que los valores que priman no tienen nada que ver con la esencia humana? ¿Cómo medir a las personas por parámetros tan alejados del sentido común y del respeto por la especificidad? ¿Cómo sobrellevar esta homogeneización de conocimientos, salud, ética y estética? Hasta la belleza, tan sublime y etérea como es en esencia, pretenden estandarizarla, constreñirla bajo unas medidas, números, parámetros de "perfección".

Al igual que los resultados de una analítica dependen de multitud de factores como la edad del paciente, su constitución, su herencia genética y sus hábitos de vida, en las notas de los exámenes confluyen también muchos elementos que lo determinan: inquietudes del niño, ambiente familiar, grado de atención, predisposición a determinadas asignaturas, etc...¿Acaso todo puede tratarse del mismo modo? Claro que requiere mucho más esfuerzo, dedicación y cariño, pero esto también implica un respeto por lo que hacemos y más aún si estamos tratando con personas. Los parámetros que mide tanto una analítica como un exámen, requieren del discernimiento, del ojo humano, de la vocación profesional por tratar ese dato sabiendo que hay una persona (y sus circunstancias) detrás.
Homogeneizar, igualar personas, desdibujar los contornos personales en pos de una masa uniforme y manipulable (de ahí también el poder del miedo que infunden sin parar) que se limite a consumir y que no reflexione "fuera del tiesto".
Hablando de esta necesidad de pertenencia al grupo para encontrar nuestra identidad, os recomiendo vivamente la lectura de este blog amigo, PALABRERÍAS, cuya última entrada, "Afinidad" me resulta una reflexión acertadísima sobre las burbujas de identidad en las que nos movemos, la homogenización y la radicalización del pensamiento en nuestra sociedad: Palabrerías


El inicio de esta reflexión no va (ni remotamente) de culpabilizar a médicos o profesores, ni a ningún otro profesional que no puede sino seguir unos protocolos impuestos sin cuestionarlos, ellos (todos nosotros) también son víctimas de esta sociedad enfermiza. Es el sistema el que corrompe nuestra existencia, tenemos que pasar nuestros cuerpos, nuestros pensamientos, nuestros aprendizajes y nuestros actos por una estandarización IMPOSIBLE. Ergo nos frustramos, nos enajenamos, nos autodestruimos.
¿De verdad es necesario hacer pasar a alguien SANO por esa tortura física y sobre todo psicológica de someterse a mil y una pruebas hasta dar con algún valor numérico que determine su supuesta enfermedad? ¿Es con esa multitud de exámenes que aportan un valor puramente cuantitativo con lo que se va a determinar el futuro de las generaciones que poblarán este mundo que les estamos dejando en dudosa herencia? ¿Son esas proporciones físicas "perfectas" las que van a guiar nuestras relaciones con los demás?




Yo me niego, me rebelo, cada vez tengo más claro que lo que nos une es precisamente lo que creemos que nos separa, tener diferentes ideologías, estilos, ritmos y especificidades es lo que nos conecta, por mucho que creamos lo contrario. Lo que falta es el respeto, la flexibilidad, la capacidad de ver más allá de lo aparente.

Sé que los más ortodoxos y puristas me dirían...entonces ¿cómo? ¿no hacemos pruebas? Entiendo que es necesario organizarnos socialmente, agruparnos incluso. Sólo pido algo más de respeto, de sentido común, de sensibilidad. Una mirada más profunda y humana, algo que vaya más allá del dato. Los datos no son más que eso, no puede ser que basemos políticas de sanidad y educación en valores numéricos sin más. No puede ser que haya tantísimos niños etiquetados como fracasados desde tan pronto. No es posible dar a tantas personas por perdidas...NO LO ESTÁN. Tienen un valor intrínseco, tienen valor por SER.
Nos deshumanizamos, perdemos la esencia por el tortuoso camino de la burocracia y los protocolos. Nos perdemos a nosotros mismos.

jueves, 20 de marzo de 2014

Respetar nuestras emociones


"No somos responsables de las emociones, pero sí de lo que hacemos con las emociones."
Jorge Bucay


Hace poco me contaba un amigo muy querido que sentía un bajón de ánimo muy intenso. No está pasando por un buen momento personal ni laboral y se sentía cansado, triste e incluso con cierto malestar físico. Acudió al médico de cabecera que enseguida encontró una etiqueta para explicarle lo que le sucedía. El diagnóstico fue: "principio de depresión".
Este episodio me hizo pensar en lo sencillo que es emitir un juicio, un diagnóstico o una sentencia...y qué posos deja todo eso en el interesado.

Asistimos cada vez con más frecuencia al uso y abuso de medicación por parte de algunos médicos que atajan por la vía fácil y recetan calmantes y antidepresivos por cuestiones que deberían solventarse, en todo caso, con algunas sesiones de terapia o consultas puntuales: duelos, cambios, incertidumbres... ¿por qué cuesta tanto socialmente y personalmente aceptar las emociones llamadas "negativas"? La ira, la tristeza, la frustración, el miedo están ahí porque tienen una función y debemos escucharlas también.







Si os dais cuenta, en cambio, la euforia que es la alegría en extremo, está bien vista socialmente. No hay más que ver el delirio general cuando gana un equipo de fútbol. Incluso se facilitan espacios para que la gente pueda expresar libremente esa emoción extrema.

 Y ¿quién no ha experimentado algo como lo que os voy a relatar ahora?: estás triste porque te despiden, no encuentras trabajo o vives el desamor, te sientes abatido por una pérdida importante y rápidamente (sin duda con la mejor intención) escuchas recomendaciones sobre tomar esta o la otra pastillita que te hace sentir mejor y sobrellevar el día a día.
Con los niños ya he visto casos extremos: "ha muerto mi madre, pero no quiero que los niños me vean llorar ni noten mi tristeza"...pero, ¿no es más raro que se aparente normalidad ante una pérdida tan importante? justamente eso es lo que los niños no entenderían. A veces creemos evitarles sufrimiento y lo que hacemos es dejarles desprotegidos ante el necesario dolor que implica la vida. Porque VIVIR es placer y dolor, alegría y pena, reír y llorar, triunfo y frustración, compañía y soledad, diversión y aburrimiento.
Es necesario experimentar todas estas emociones para saber gestionarlas porque esa es la gran cuestión, RESPETAR NUESTRAS EMOCIONES, CONOCERLAS Y GESTIONARLAS.

Evidentemente ahí está el punto, en que la emoción no se apodere de nosotros, no es tanto controlarlas como entenderlas, aceptarlas y dejarlas ir porque todas, TODAS las emociones nos ayudan a conocernos mejor, a aprender de nosotros mismos y de nuestro entorno y, por tanto, nos ayudan a adaptarnos a lo que la vida nos va deparando.

Como recomendaciones para contribuir a esta aceptación de lo que nos pasa, ayuda mucho el contacto con la Naturaleza, la meditación y la actividad física porque todo ello nos conecta con el momento presente, aleja el "ruido mental" y aporta claridad a mente y espíritu acercándonos al anhelado equilibrio.




Es más, cada vez son más numerosos los profesionales de la salud que encuentran una correlación evidente entre nuestras "luchas internas" (lo que debería SER, cómo debería comportarme, qué expectativas tienen los otros de mí, etc...) y el desarrollo de enfermedades psicosomáticas e incluso de otras más graves. Por lo tanto, escuchemos a nuestro cuerpo, respetemos y aceptemos nuestras emociones y fluyamos con la vida descargándonos del afán constante de control (ilusorio, por otro lado) que normalmente pretendemos ejercer.

Resulta que hoy comienza la primavera y es el Día Internacional de la Felicidad (signifique lo que signifique ese evento, que diría Juanjo Millás). La verdad es que no lo sabía pero como no creo que sea casualidad, os dejo, precisamente hoy, esta reflexión sobre el respeto a nuestras emociones y sentimientos con la pretenciosa esperanza de que pensemos sobre ello y consigamos aprender un poco más de nosotros mismos. Me ayudaría y aprendería mucho conociendo vuestra opinión al respecto. Contestaré encantada a vuestros comentarios.
Y no olvidéis, como digo Freud que: "La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas palabras bondadosas". Y de psicología algo sabía este hombre ;-)
Os dejo el enlace a un vídeo del tema "Happy" de Pharrell Williams que no puede dar más buen rollo para días de bajón y para bailar los días alegres...que lo disfrutéis!!
"Clap along if you feel like happiness is to you": "Aplaude sin parar si sientes que la felicidad es para ti"
Video y letra de Happy (Pharrell Williams)
 

jueves, 24 de octubre de 2013

La buena educación: NO a la Ley Wert

" La educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo"
Nelson Mandela



Hay que mojarse, se ha llegado a un punto de indefensión por parte de la sociedad y de abuso por parte del poder, en que ya no caben medias tintas ni posiciones veladas.

La educación DEBE ser libre, accesible y justa...o no será. No es una cuestión ideológica, no puede ser una evangelización, la educación es otra cosa, es el futuro de los que son ahora niños y jóvenes, y con eso no podemos conspirar. ¿Cómo vamos a avanzar en un lugar en el que la solidaridad ya no tiene cabida? Estamos llegando a un punto en el que los programas de televisión están haciendo una labor por la que pagamos todos los españoles con nuestros impuestos a la Administración Pública, que ya ni administra nada ni mucho menos es pública. Decía Eduardo Galeano que "la caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo". No queremos caridad, a nadie le gusta que le traten como a alguien inferior. Lo que buscamos, por lo que luchamos es por una sociedad más equitativa y justa, por una educación que fomente el pensamiento libre y creativo. No queremos niños y jóvenes adoctrinados, uniformados y esclavizados. No queremos cometer los mismos errores que en el pasado fomentaron odios, rencores e incluso guerras entre hermanos.

Los niños y los jóvenes tienen grandes valores que pueden aportar a la sociedad si somos capaces de poner atención y escucharlos. Son seres puros, inocentes, valientes, creativos...muchos de estos talentos son cercenados en los colegios porque aparecen pensamientos divergentes a los que la "línea educativa" del centro persigue.

Desde luego, sigo firme en la convicción de que los verdaderos valores se enseñan desde la familia, el núcleo en el que el niño crece, sea el que sea, es en el que verdaderamente se empapa de lo necesario para afrontar su vida. Y la familia no es sólo el concepto tradicional que suele pensarse como lo ideal: papá, mamá y hermanos. NO. Hay familias homosexuales, monoparentales, adoptivas, "reconstituidas" (las que se forman con hijos que cada miembro aporta de relaciones anteriores) y todas ellas pueden ser (y de hecho, son), enormemente enriquecedoras, que aportan puntos de vista innovadores, estimulantes, distintos. Sabiendo que la base de la educación está en casa y que es desde ahí desde donde podemos y tenemos que trabajar, lo que la sociedad necesita es tener escuelas y universidades donde poder fortificar esos valores que se han sembrado en el calor del hogar. Hay casos terribles en que las únicas personas que verdaderamente prestan atención a algunos niños son sus maestros, los que los ven a diario y son sensibles a sus cambios y problemas. ¿Cómo vamos a recortar en algo tan fundamental como el núcleo duro de las personas?

Los colegios DEBEN ser lugares en los que germine y crezca la semilla creada desde la familia, donde no se limiten a aprender materias como loros, sino que experimenten emociones, sensaciones y sentimientos que les hagan crecer y ser mejores. Donde vivan en sociedad, entiendan la solidaridad, el trabajo en equipo, la cooperación. Donde, en definitiva se humanizen, y no al contrario por ese afán de sacar una determinada nota y ser mejor (¿¿mejor??) que nadie.

Los profesores se sienten abandonados en muchas ocasiones. Parece que ni instituciones ni padres entiendan bien lo ESENCIAL que es su trabajo, a veces se les trata con cierto desprecio y conmiseración. En Japón, los únicos que no hacen reverencias al Emperador son los maestros, porque según los japoneses, en una tierra sin maestros, no puede haber emperadores...da qué pensar, ¿verdad?

Queremos una sociedad respetuosa, cuyos miembros sean libres, autónomos y colaboren entre sí en vez de competir. ¿O no se trataba de construir un mundo mejor y más justo? Los niños y los jóvenes tienen las capacidades, de un modo natural construyen un pensamiento libre, sin prejuicios, creativo, valeroso. Estas leyes educativas sólo coartan esa libertad, pretenden enseñarles el bien y el mal desde un punto ideológico en vez de dar alas a su propio discernimiento, no argumenta, sólo evangeliza, no construye pensamiento crítico, sólo pretende fabricar afiliados y militantes.

Pues bien, es hora de decir NO. No a la Ley Wert, a sus abusos, a sus adoctrinamientos, a sus desigualdades. Hoy hacemos huelga por una escuela libre, igualitaria y justa. 

Os dejo un vídeo muy ilustrativo que explica de un modo muy claro los motivos por los que luchamos:



miércoles, 28 de agosto de 2013

¿Tú también tienes Síndrome postvacacional?


"Nadie necesita más unas vacaciones que el que acaba de tenerlas."
Elbert Hubbard



Empezaré por decir que lo que vais a leer en este post puede que os choque un poco, y desde luego para algunos de mis colegas sería una auténtica herejía pero ahí va.
No creo en el "Síndrome postvacacional" como no creo en el "Trastorno por déficit de atención con hiperactividad". Dicho así, ya imagino algunas reacciones. Matizaré...

Los psicólogos (no todo, afortunadamente) tienen la obsesión/manía de poner nombre a todas y cada una de las reacciones humanas, sean normales o enfermizas. Supongo que es un modo de poder controlarlas y de paso, hacer algo de caja "patologizando" conductas. Al igual que un peluquero/a te va a cortar siempre mucho más de lo necesario, el psicólogo pondrá nombre y apellidos a tus reacciones, a veces acertadamente y otras dependiendo de las modas, que en psicología también existen.



El archifamoso "Síndrome postvacacional" (del que hablan ya por sistema todos los telediarios a finales de agosto como se habla de los estragos de la lluvia en las procesiones de Semana Santa), viene a ser lo que toda la vida denominábamos "Cachislamarquepocasganasdevolveralcurroconlobienqueseestadevacaciones", es decir, pereza.
Dicen las estadísticas (malditas estadísticas) que el 50% de los españoles sufren "Síndrome postvacacional". Teniendo en cuenta las cifras de paro, entiendo que se trata de población activa. No son tantos, pero, después de estar 15 o 20 días sin apenas mirar el reloj para nada, relajadamente, tumbados durante horas en la playa o ajenos al ajetreo diario en la montaña...¿quien quiere volver al mundanal ruido?
Claro que hay grados, y eso no es ninguna broma, cuando la ansiedad se agudiza hasta incapacitar para comer bien o dormir a pierna suelta, cuando los pensamientos negativos acucian y son recurrentes, indudablemente hay un problema de fondo que se debe acometer. Pero hay mucha gente que utiliza alegremente (expresión mal traída en este caso), síndromes y trastornos como la depresión, que es algo realmente serio.


Por lo tanto, querid@s tod@s, quizá tal y como están las cosas, los que tenemos trabajo deberíamos sentir el "subidón postavacacional", adaptarnos paulatinamente a los nuevos horarios, mostrarnos contentos ante nuestros pequeños observadores porque emprendemos un nuevo curso juntos, decirles lo fascinante que es el reto de aprender nuevas cosas, estrenar libros nuevos, quizá nuevos amigos...esto es clave, como siempre. Si nuestros hijos nos ven jurar en arameo por la vuelta al trabajo, que aflora el mal humor ante las perspectivas laborales y una continua queja en nuestras bocas, ¿cómo pensáis que reaccionarán ellos ante su inminente vuelta al cole?


Y si de verdad sentís esa angustia vital o la intuis en vuestros hijos, indagad, averiguad más, quizá se deba a que algo o alguien les hace sentir mal, si conseguís que os hable de ello, le ayudaréis a liberarse y además se podrán poner soluciones a lo que le preocupa. Entonces sí, acudid al psicólogo...solemos dar con algunas respuestas! ;-)

Recomendaciones generales: 
1.- Afrontar la vuelta a la rutina como algo necesario para valorar los momentos de relax. Sin trabajo no hay vacaciones. Sin dolor no se valora el placer.

2.- Hacer deporte para aumentar las endorfinas y de paso bajar esos kilillos que todos subimos tras la vida relajada y sedentaria del verano.

3.- No forzar la máquina los primeros días ni agobiarse por todo lo que se ha acumulado, queda tiempo por delante. Poco a poco iremos sacando el trabajo adelante.

4.- Ayudarse con alguna pequeña "autogratificación" por haber superado con éxito el bachecillo que supone la vuelta a la rutina.

5.- Mirar e interiorizar los sabios consejos de este vídeo tan positivo y alegre, dejadlo cerca para los momentos de bajón y revisadlo de vez en cuando: 


P.D: Sobre el asunto del TDAH os hablaré en otro post, no me olvido.
Espero vuestros enriquecedores comentarios, ya sabéis que son siempre bienvenidos.

domingo, 2 de junio de 2013

Efecto Bandwagon: el gregarismo adolescente




"La juventud, aun cuando nadie la combata, halla en sí misma su propio enemigo."
William Shakespeare


He comentado aquí algunas veces, lo interesante que me resulta la etapa adolescente desde el punto de vista psicológico. Una fase llena de cambios físicos evidentes acompañados de una montaña rusa emocional, plagados de contradicciones y de rebeldías. Se acerca el momento en que me enfrente a esa etapa como madre y aunque me parece un reto fascinante, también me inquieta el enorme poder que el grupo tiene en los adolescentes.

Hace poco leí una noticia que me impactó mucho, hablaba de la nueva moda de utilizar tampones empapados en vodka que se había impuesto entre grupos de adolescentes y que, por supuesto había llevado a algunas de ellas a situaciones de alto riesgo para su salud. Esto me hizo reflexionar sobre el "efecto bandwagon" o lo que es lo mismo, "subirse al carro" que tan bien funciona entre los adolescentes, en moda e incluso en política. Dicho efecto se basa en que cuanta más gente haya adoptado una conducta, más probabilidades hay de que otros muchos se dejen llevar por ella sin importar consecuencias ni valorar peligros o méritos del hecho en particular.




Es importante entender, que en la adolescencia nos enfrentamos a una necesidad urgente de responder a una nueva realidad física y social. Como físicamente ya no son ni se sienten niños, empiezan por probar nuevas conductas (así aprendemos todo, por ensayo y error). Saben que tienen que adaptarse a esa nueva anatomía y también se genera en ellos un poco de nostalgia por lo que dejan atrás, su contradicción básica es que exigen ser tratados como adultos (se sienten así) pero se siguen portando como niños (en parte lo siguen siendo), generando en ellos mismo y en todo su entorno una confusión extrema basada en la lucha de unos por controlar y tratar de entender (los padres) y la defensa de otros de su libertad, su capacidad de expresión y su autocomprensión (los hijos).

En todo este maremágnum de emociones y sentimientos encontrados, los adolescentes encuentran un remanso de paz entre sus iguales. Es con su grupo y alejándose del núcleo familiar del que ya creen conocer todo, donde buscan su propia identidad. Hasta ahora, la imagen que tenían de sí mismos era la que les proyectaban sus adultos más cercanos: padres, familiares y profesores. En la adolescencia, lo que más les importa es lo que sus amigos piensen de ellos, sentirse plenamente integrados en su grupo. Hasta tal punto es importante, que su autoestima está sujeta a esa aceptación, de ahí el gregarismo imperante en esta etapa de la vida.
Como afirmó Françoise Dolto, "para los adolescentes, el colectivo es un refugio y un sustituto de la confianza en uno mismo". Buscan la salida del grupo familiar, nuevos valores e ideales diferentes a los de sus padres. También es en su grupo donde viven las primeras experiencias amorosas y se van abriendo a una nueva vida social.




Todo este proceso se vive por parte de los padres como algo extraño e incomprensible, sienten alejarse al niño y no terminan de reconocer al adulto que se cierne. Esa lejanía es dolorosamente necesaria, forma parte del crecimiento y de la búsqueda de sí mismos. Y ya que es inevitable, los padres podemos mejorar nuestra actitud al respecto.

Breves sugerencias para sobrellevarlo
  • Como siempre comentamos, una primera base es la comunicación, si siempre fue fluida, al menos no se cerrarán en banda y habrá muchos asuntos que puedan hablarse aunque también tendremos que aceptar que como padres, no sabremos todo, ni controlaremos todo ni nos contarán todo.
  • Aunque parezca una obviedad, ahora más que nunca debemos mostrarles nuestro amor. El amor entendido como sentimiento de aceptación buscando siempre su bien. Ellos perciben esa incondicionalidad  y aunque haya un periodo de "separación" con sus padres, esa base amorosa es siempre el hogar al que regresarán.
  • También es importante que no juzguemos en exceso, sus parámetros están ahora en plena evolución y en ocasiones tienen que encontrar sus propios caminos. Rememoremos nuestra adolescencia, eso ayudará a comprender...
  • Es importante también que haya una confianza mutua, que infundamos en ellos algo de optimismo y alegría, y en estos tiempos hostiles más aun. Si andamos constantemente dudando de ellos, acabarán ocultándonos cosas importantes. Aunque nos defrauden en algunas ocasiones, tenemos que seguir mostrándoles nuestro apoyo, que sientan que apostamos por ellos. Sólo equivocándonos encontramos nuestras soluciones.
  • La confianza que ellos tengan en nosotros depende en gran medida de nuestra consistencia a la hora de poner en práctica las normas establecidas y las consecuencias de no cumplirlas. Si ellos nos ven dudar o desfallecer, perderán la confianza en nosotros. La inseguridad en los padres les crea una angustia tremenda. Si nos encuentran impredecibles y débiles...¿cómo van a confiar? Cumplamos lo que decimos.
Desde luego nada de esto es infalible, pero con la ayuda de estas pequeñas pautas y la conciencia de que esta fase gregarista dará paso a otra más madura, nos ayudará a gestionarlo más sabiamente. Para comprender mejor esta etapa, estaría bien no dejar escapar el niño inquieto y juguetón que una vez fuimos, y recordar que "yo también tuve 20 años y un corazón vagabundo".

Os dejo un video en el que se plasma la máxima contradicción adolescente, quieren ser ellos mismos, únicos e irrepetibles pero "subiéndose al carro" de todas las modas y corrientes propias de sus iguales...esquizoide, no? Efecto Badwagon

También os parecerá seguramente muy interesante este experimento que quiero compartir sobre conformidad grupal para que veais lo potente que es la influencia del grupo ( no sólo en los adolescentes).